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Opinión

Sánchez, el espiadito

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Cuando uno decide abrir en canal la seguridad del Estado, o está muy seguro de lo que hace y para qué, o es un irresponsable sin criterio que rasga lo más profundo de un Estado. En cualquiera de los dos casos, lo grave es pensarlo a conciencia, y es lo que Pedro Sánchez ha hecho en su enésima operación de marketing político sin siquiera revelar todo lo que conoce. Sánchez, el espiadito, nunca juega al póker si no gana la mano. Arriesga lo justo porque en realidad es el presidente más conservador en democracia. Su conservadurismo, su instinto de supervivencia, su estrategia de salvamento ante cualquier amenaza extrema son crónicos como una mala enfermedad. Pero conviene mirar a la luna y no al dedo.

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