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Opinión

¿Es la vejez despreciable?

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EN el paraíso había dos árboles sobresalientes: el de la ciencia del bien y del mal y el de la vida. Dios tan solo prohibió comer del primero. Por tanto, se nos daba, en opinión de sir James J. Frazer, una opción implícita entre el conocimiento y la inmortalidad. Sin embargo, despreciamos esta última: postergamos el futuro, la vida eterna, por la inmediatez de la omnisciencia, tal vez, si se me permite, a causa de cierta imprevisión juvenil, ya que en el jardín del Edén no se envejecía.

La oportunidad perdida deviene, desde entonces, una añoranza, como la que reflejara Hesíodo en «los trabajos y los días» respecto de aquella edad de oro en la que no acechaba a los hombres «la vejez despreciable» ni la muerte dolorosa, pues pasaba como un sueño.

Sin embargo, frente a esta concepción de la infausta vejez se alza la idea opuesta de que en realidad constituye una bendición, como la recibida de Dios por Abrahán, «te reunirás en paz con tus antepasados y te enterrarán muy viejo», con la promesa de ver la cuarta generación; esto es, la vida centenaria como una gracia divina.

Y de la previsión individual, social y política de la vida centenaria versará el próximo Congreso Notarial en Málaga, sobre la base de la dignidad de la persona humana.

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¿Es la vejez despreciable? Tanto Platón como Cicerón pensaban que el desprecio se debía sustituir por el aprecio debido a la autoridad asentada en la vida pasada. Hoy la idea de autoridad nos parece tan elitista como estrecha ante la dignidad inherente a toda persona humana. Pero, la idea subyace de alguna manera en el pensamiento de que los ancianos son improductivos o costosos.

Con todo, no debemos dejarnos llevar por el pesimismo. Hoy en día la medicina, la tecnología permiten pensar en una vejez cada vez más saludable, objetivo de esta década para la OMS. Claro es, a condición de seguir prestando apoyo a la vejez no saludable. Condición innegociable pues, aunque, según piensan algunos, el árbol de la ciencia acabe reimplantando el de la vida y la eterna juventud, tampoco es cosa de volver a Terencio y considerar el envejecimiento como una enfermedad, es decir, como un mal infausto.

En el Congreso de Málaga, los días 19 y 20 de mayo, los notarios seremos no solo expositores sino sobre todo relatores de las opiniones y soluciones que se viertan por los setenta ponentes, entre ellos, médicos, sociólogos, filósofos, economistas, o arquitectos, con la esperanza puesta en el diálogo como vía de solución de nuestras inquietudes, compartidas por todos, jóvenes y mayores, a resultas de una sociedad cada vez más anciana.

José Ángel Martínez Sanchiz es presidente del Consejo General del Notariado

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