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Opinión

La verdad sospechosa

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Pedro Sánchez tiene la misma credibilidad que su tocayo el del cuento del lobo. O menos. Su siempre vaporosa relación con la verdad murió, como la voluntad de Manuel Machado, una noche de luna en que era más hermoso no pensar ni querer… creer que un líder precisa al menos una apariencia fiable. Él se ha encargado de despojar de valor a su palabra desde la suposición de que la primera mentira escandaliza, la segunda irrita, la tercera asombra por su contumacia y a partir de la cuarta empieza a perder importancia. Ha hecho de la incoherencia, del embuste, de la contradicción y del fraude moral una especie de rasgo de estilo o algo peor: una característica connatural a su concepto de la política como ejercicio de oportunismo.

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