Quedan varias preguntas en el aire, la evidente es si ha valido la pena, como han hecho la mayoría de las compañías tradicionales, invertir millones para sumarse lo más rápido posible al negocio del streaming. Algunas más: ¿en dónde está el tope del mercado? ¿Cuánto están dispuestos los consumidores a dedicar de su ingreso para su entretenimiento? o si el streaming no resultará efímero comparado con el negocio de entretenimiento tradicional que tiene varias décadas de éxito y expansión probadas.
El mercado potencial del streaming con seguridad es enorme, pero los siguientes años serán claves y solo sobrevivirán aquellos jugadores que sepan adaptarse a las nuevas circunstancias como es el sacrificio de rentabilidad, pues los costos de producción del catálogo seguirán a la alza mientras los precios serán ajustados limitadamente o incluso bajarán para atraer más suscriptores; práctica por cierto que, en el largo plazo, me parece insostenible.
Al mismo tiempo los hábitos del consumidor continúan cambiando. De acuerdo con Deloitte, un 25% de los consumidores en Estados Unidos ha cancelado la plataforma que utilizaba en cuanto termina de ver la serie por la que se suscribieron en un primer momento, y son pocos los que después vuelven a suscribirse cuando vuelve a salir una serie popular.
Así mismo, continúa la fatiga digital y saturación a la que los consumidores nos hemos enfrentado en los últimos meses por la sobreoferta de plataformas y de catálogo. Incluso la parte creativa puede verse afectada porque los creadores, productores o narradores podrían limitar el desarrollo de nuevos proyectos ante la duda de la capacidad de las plataformas para mantener sus presupuestos de producción al ritmo que llevan hasta hoy.