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Internacional

Benito y Oliva, los conductores de una guardería móvil para las refugiadas lactantes

Actualizado: Guardar Benito Escat y Olivia Fernández, una pareja de Mahón (Menorca), decidieron de la noche a la mañana acudir a Polonia con una propuesta específica, la de ayudar a los más pequeños y a sus madres. Por eso alquilaron una autocaravana y acudieron a la frontera con la intención de que se convirtiera en una especie de guardería móvil.

«Lo decidimos viendo las noticias. No podíamos quedarnos quietos en el sofá», narra Benito a ABC. Con la idea ya en mente desde un primer momento, cargaron el vehículo de productos especiales para niños: Apiretal, cremas de pañal, geles desinfectantes, papillas, potitos, compresas y jabones neutros para bebés llenaron los arcones. Todo ello, junto al viaje en sí,

 costó unos 6.000 euros, que fue sufragado con el dinero de sus bolsillos y el que les hicieron llegar sus allegados. 2.500 kilómetros después, pasaron once días en la zona fronteriza de Medyka, en Polonia. «Estaba lleno de niños y madres con lo puesto, helados de frío. Muchos pasaban horas esperando a la intemperie, a temperaturas de hasta -5 grados, a que algún familiar los fuera a buscar», relata Benito sin olvidar que vio muchas caras de miedo, pero que lo que allí encontraron los refugiados fue «dulzura, calor y trabajo hecho desde el corazón».

Olivia calcula que atendieron a unas 60 familias al día en los once días que estuvieron el la frontera
Olivia calcula que atendieron a unas 60 familias al día en los once días que estuvieron el la frontera – ABC

Calculan que atendieron a unas 60 familias al día, la mayoría de ellas sin los padres y muchas con más de dos hijos. En el interior de la Baby Milk Truck, Olivia les recibía con agua caliente y toallas limpias con las que asear a los más pequeños, muchos de los cuales llevaban días irritados por no poder haber sido cambiados en buenas condiciones y con un frío incesante. «Venían muy cansados y desorientados, de un mundo gris y gélido, y con solo entrar ya sentían nuestro calor», explica ella, emocionada.

Olivia llegó a bañar en una palangana a un bebé que debía tener solo dos meses. Intentaba que las madres se relajaran, mientras les servía algo caliente y jugaba con los pequeños. Cualquier ayuda, incluso un abrazo, era la mejor para arropar a los refugiados, ya que «están físicamente agotados, y ya no te digo a nivel psicológico». También les ofrecía comida caliente preparada o espacio para cocinar y limpiar los alimentos y enseres que habían llevado a cuestas para su huida. «Hemos limpiado tantos ‘tuppers’ con restos de papilla de hace días….», relata todavía compungida por lo que ha vivido y resaltando que «era precioso ver cómo aún sin compartir idioma nos acabábamos entendiendo y siendo cercanos con su drama».

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Dentro no entraban hombres, para darles más intimidad. Así que Benito organizó fuera un ‘minimarket’ con productos gratuitos para bebés. Los exteriores del vehículo fueron tuneados para que fuera obvio, incluso para quienes tienen otro idioma, que la caravana era especial para madres y sus criaturas. Cuando acababan con su misión diaria aprovechaban para trasladar a refugiados de la frontera a la estación central. De vuelta, llevaron a una familia hasta Gerona.

Su pequeño granito de arena a la causa se fue haciendo grande hasta el punto de que han decidido continuar con su proyecto. Ahora han empezado los trámites para constituir una ONG y su primer objetivo es volver a Medyka, con cinco autocaravanas que en menos de dos semanas empezarán su labor. «Este esfuerzo no se puede parar. Tenemos mucho más que hacer», asegura Benito, que reitera que toda ayuda es crucial porque «cada vez los refugiados salen en peores condiciones. Somos muy necesarios».

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