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Un año nuevo con mejoras para los trabajadores españoles

Se vislumbra un cambio histórico en nuestro sistema económico: tras años de predominio del capital en el equilibrio entre capital y trabajo, el peso puede estar desplazándose hacia el trabajo. Esto significaría más empleo, mejor remunerado, incluso para los empleados peor pagados. La ola parece manifestarse ya en Estados Unidos. ¿Llegará a España? ¿Traerá el año nuevo buenas noticias para los trabajadores españoles?

El cambio se comienza a ver después de una de las mayores debacles laborales jamás registradas a raíz de la pandemia y la profunda contracción que le siguió. En Estados Unidos, un país con un mercado laboral desregulado con apoyos mínimos a los parados, 20,6 millones de personas perdieron su empleo en cuestión de semanas. En España, en sólo dos trimestres el empleo total cayó en 1,36 millones, una cifra inédita, a pesar de que los ERTE protegieron a los más directamente afectados por la pandemia.

En Estados Unidos la situación mejoró rápidamente con las vacunas y los estímulos fiscales de los presidentes Trump y Biden. La economía entró en una rápida recuperación y volvió un 80% del empleo perdido. Pero empezó a notarse enseguida la situación inversa: las empresas no encontraban trabajadores, sobre todo para los puestos peor remunerados. Ofrecían bonificaciones en metálico por el mero hecho de firmar un contrato. Simultáneamente, un elevado número de personas comenzaron a abandonar voluntariamente sus puestos.

Hoy en día en Estados Unidos sólo hay 0,7 parados por cada vacante, lo que evidencia la falta de trabajadores. Al mismo tiempo, más de un 2,5% de los estadounidenses sigue dejando su empleo cada mes, una cifra no vista en este siglo. Los expertos lo llaman The Great Resignation (la gran fuga laboral). En el Reino Unido, y en algunos otros países, se observa una tendencia parecida. Como consecuencia, los salarios estadounidenses suben espectacularmente.

Lo que no sabemos es por qué se produce esta “gran fuga”. ¿Buscan algo mejor? ¿Será porque la experiencia de meses trabajando en remoto ha permitido recuperar la vida familiar y muchos se resisten a volver a perderla? ¿Es simplemente el miedo al contagio, empujado por las sucesivas olas de covid? Algunos expertos creen que las ayudas más generosas a los parados introducidas en Estados Unidos durante la pandemia desincentivan el trabajo. Por primera vez en mucho tiempo, los trabajadores estadounidenses podían permitirse el lujo de estudiar sus posibilidades y plantearse una transición hacia una vida profesional mejor.

¿Se observan estas mismas tendencias en España? Los datos del INE apuntan a un sí cualificado. Aunque la recuperación española tardó en materializarse, el empleo creció con bastante fuerza en 2021, mientras que la tasa de actividad arroja su mejor cifra desde 2016. Por su parte, los costes laborales suben a ritmos no vistos desde antes de la crisis financiera. El salario medio bruto subió un 2,8% en 2021, a pesar de la continuación de la pandemia. Cuando lleguen los fondos europeos, es de esperar que estos indicadores sigan mejorando.

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Si esta tendencia se debiera sólo a la pandemia y al rebote posterior de la economía, no podríamos hablar de un cambio histórico. Sin embargo, hay motivos para creer que el desplazamiento de poder hacia el trabajador será más duradero. El primero es la baja natalidad en los países desarrollados. España tiene una de las tasas más bajas del mundo, lo que significa que cada año llegarán menos jóvenes al mercado laboral. Esta situación puede eventualmente derivar en una escasez de trabajadores si no se compensa de alguna manera.

Hasta ahora, la demografía negativa se venía paliando con flujos históricos de inmigración. Pero la pandemia y el rechazo creciente a la inmigración en algunos países pueden estar produciendo un cambio de tendencia. Aunque los datos son preliminares, la OCDE sugiere que la migración bajó un 30% o más durante la crisis de la covid. En Estados Unidos, el mayor receptor de inmigrantes del mundo, el flujo bajó un 44% en 2020. Esto genera escasez de trabajadores, sobre todo en el Reino Unido, donde se agrava por el Brexit.

En España, donde los inmigrantes venían compensando desde 2015 la caída de la población autóctona, los datos iniciales muestran que el número total de inmigrantes cae por primera vez en muchos años. Aunque conforme gane fuerza la recuperación económica, esta tendencia puede suavizarse, podemos estar ante un cambio histórico para España, con consecuencias claras si persiste: habrá más vacantes, y previsiblemente mayores sueldos para los trabajadores locales dispuestos a hacer los trabajos que antes cubrían los inmigrantes. También subirían los precios de algunos servicios, animando la inflación.

La diferencia entre Estados Unidos y España es que, al retirarse los estímulos temporales de la crisis de la covid, la mayoría de los trabajadores norteamericanos no pueden contemplar su retirada a largo plazo del mercado laboral. En España, sin embargo, abundan y aumentan las subvenciones para no trabajar, a pesar de que los expertos advierten de que es imposible sostener un Estado de bienestar sin un número creciente de trabajadores que paguen impuestos. Si España no corrige este desequilibrio, se verá obligada a recurrir masivamente de nuevo a la inmigración o sufrir una elevada presión inflacionista. Esto podría dar alas al populismo.

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Otra buena noticia del mercado laboral poscovid es la recuperación de la productividad. Durante los últimos años se ha lamentado la ralentización del crecimiento de la productividad en los países desarrollados. Ahora, los datos preliminares apuntan a un crecimiento del 2% o más este año que acaba de finalizar tanto en Estados Unidos como en España. Según algunos expertos, las subidas salariales generan esta mejora: si un empleado cuesta más, vale la pena invertir en él, vía formación o equipamiento, para hacer rentable la “inversión” en el trabajador.

En definitiva, esta dura crisis puede arrojar un cambio positivo para los trabajadores españoles. Podríamos ver mayores sueldos, menor precariedad y mejores condiciones laborales para fijos, temporales y autónomos. La reforma laboral abordada al final de 2021, si reduce la temporalidad y no degenera en más rigideces, será una gran ayuda en este sentido. Sin embargo, para que esta mejora sea sostenible, hay que implementar políticas que incentiven el trabajo legal, y seguir invirtiendo en formación y en el desarrollo de sectores pujantes. El abuso de subsidios que desincentivan el trabajo legal y fomentan la economía sumergida podría abortar este proceso. Con la recuperación poscovid y la llegada de los fondos europeos, España tiene delante una oportunidad histórica para hacer de esto una realidad, en el año nuevo y hacia el futuro.

Gayle Allard es profesora de Economía de IE University.

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