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Hasta otra, Papa Noel

Este año abordamos enero de una forma diferente. Mientras nos desengrasamos de la Navidad, las presiones inflacionistas nos ayudan a tener muy presente que la marcha de Papa Noel no es como la de otras veces y que 2022, más que por regalos de los bancos centrales, va a estar caracterizado por la retirada de las políticas monetarias ultraexpansivas adoptadas para combatir la covid.

La Fed está cambiando su mensaje sobre la inflación a marchas forzadas y, desde la reunión de diciembre, va retirando sus regalos: ha adelantado tres meses (a marzo) la fecha de finalización de compras de bonos, ha aumentado sus expectativas de subida de tipos de interés –el mercado ha pasado a descontar más de tres subidas para este ejercicio– y algunos de sus miembros hablan de comenzar a reducir el balance. Sin duda alguna, una contundente y súbita respuesta considerando que en el pasado ciclo transcurrió un año y medio desde la primera subida de tipos (en diciembre de 2015) hasta que anunció la aminoración del balance. Una medida que se prolongaría durante 24 meses y que supuso una reducción del 19%.

No es para menos si se tiene en cuenta que el esfuerzo monetario de los 4 mayores bancos centrales para salir de la crisis ha sido 3,6 veces superior al de la pasada recesión y que, aunque las astronómicas cifras de inflación del 7% que hemos visto en EE UU esta semana están influidas en más de un 50% por efectos de carácter transitorio, es muy difícil estimar con acierto la rapidez de normalización de las cadenas de suministro. En este sentido, los datos se han deteriorado durante los últimos días; la congestión de puertos no mejora, los fletes vuelven a subir y los tiempos de entrega de los semiconductores se alargan 6 días (hasta 25,8 semanas).

El mercado, paciente, continúa premiando el control de la situación por parte de la Fed a la vista de la relajación de las expectativas cotizadas de inflación (los breakeven a 2 años han cedido 30 puntos básicos desde los máximos de noviembre hasta el 3,3%).

En este entorno en el que todo suena a inflación, es necesario continuar orientando las inversiones hacia activos que, como la Bolsa y los activos reales, nos sirvan para defender la capacidad de poder adquisitivo de nuestros ahorros en el medio plazo.

Más específicamente, las financieras disponen de margen de mejora de resultados y el consenso no incorpora el impacto positivo de las renovadas estimaciones de subidas de tipos (para 2022 estiman una caída de beneficios del 8,5% en EE UU y del 1,9% en Europa). Además, los bancos tienen una gran capacidad para repartir capital a sus accionistas (especialmente en Europa): entre dividendos y recompra de acciones vemos una capacidad de distribución equivalente al 30% de su capitalización para los dos próximos años.

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Sabiendo que, cuando Papa Noel regrese, colgarán muchos menos paquetes del árbol de los estímulos monetarios, si toca hacer una elección para 2022, yo me pido bancos.

Joan Bonet Majó es director de Estrategia de Mercados de Banca March.

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