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Internacional

Sigue silencio…

Sigue silencio el sendero sideral por respeto a los miles de muertos que se han ido en este 21 por negligencia y olvido, por el ominoso oprobio de la violencia constante y sigue silencio para celebrar tu soledad acompañada y acompasada en paseo por calles estrechas donde Lavapiés se vuelve Cuévano y los habitantes cantan silencios en sus lenguas. Sigue silencio para voltear los horarios y soñar que sonríes a una estatua en un prado verdísimo de Filipinas a la misma hora en que miras en el espejo la felicidad fugaz de un peinado inventado, con el silencio ejemplar de un cepillo de dientes.

Sigue silencio para sellar ya para siempre todo el fango que se esfuma en cuanto amanece el año 22, de salón de novela o aula de memoria cuando habitabas una utopía entrañable con tus 62 compañeros de ese salón 22 que merece imprimirse en este amanecer o sigue silencio y encara por fin la novela de un maestro monumental que enseñó a leer y escribir a los niños no muchos de dos pueblos chicos en un tiempo en blanco y negro, esa novela que vienes arrastrando desde el instante en que abrazabas a los alumnos ya ancianos de ese maestro adorable que tragó el polvo y la pólvora de una guerra incivil para renacer en Veracruz o sigue en silencio y pon en tinta limpia todos los papeles, papelitos y libretas que acumulas desde hace veinte años para honrar a los esfumados, a esos que se desaparecen porque la realidad no les basta… y sigue silencio al timón del escritorio donde escriben los escritores que dibujan para escribir los dibujos que acompañan esta columna semanal.

Sigue los silencios de la música que te hipnotiza, esas paEstados Unidoss sinfónicas o vados de sonata que son también parte de la partitura, sigue los silencios de las novelas que relees porque esas paEstados Unidoss son la respiración de cada uno de los autores que cuajaron en silencio sus páginas. Hablo de la Virginia Woolf callada en el párrafo con el que intentas abrazar a por lo menos otras dos autoras o editoras y ese callado prado de página blanca que pobló Álvaro Mutis con pluma fuente o George Orwell mientras cuidaba un rosal ya alejado de las trincheras de la misma guerra donde conoció a ese maestro ya mencionado aquí mismo y sigue silencio ante toda la caravana de Justos con mayúscula que justifican el orden del Universo, la síncopa de la estrellas y el baile giratorio de cada uno de los planetas. Hablo del taxista que siente que sobrevivió al ataque de un ciempiés eléctrico llamado Cóvi y del panadero que te regala una hogaza bendita porque se le dio la gana y hablo de la voz de una anciana que venía cantando por la calle un villancico madrileñísimo para hacerse una celebración íntima ya sin nadie… Sigue silencio que hay tantas cosas que ya no merecen hablarse y porque la clara conciencia de un nuevo amanecer confirma inapelablemente la verdadera etimología de las palabras, la palpable sustancia de cada emoción y ese ruido maravilloso que se queda flotando en los labios después de un beso y en el instante renovador de los abrazos.

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