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2021, un año de más a menos

Los mercados financieros han tenido un comportamiento favorable a lo largo del 2021, incluso teniendo en cuenta las recientes correcciones. La buena evolución de las campañas de vacunación favoreció la reapertura de las economías que, junto con los estímulos fiscales, impulsaron la recuperación de la demanda interna y mejoinusualn el apetito inversor.

Además, los principales bancos centrales mantuvieron su política monetaria laxa en la primera mitad del año. Evitaron reaccionar precipitadamente a las tensiones inflacionistas, que comenzaban a aflorar, gracias a que sus nuevos marcos regulatorios se mostraban permisivos a este respecto.

En el primer semestre, las rentabilidades de la deuda de corto plazo se mantuvieron ancladas en niveles cercanos a cero, en línea con la política monetaria, mientras que las de largo plazo repuntaron apoyadas en la mejora de las perspectivas de crecimiento e inflación. Las primas de riesgo periféricas se mantuvieron en niveles bajos, muy soportadas por los programas de compra de activos del Banco Central Europeo (BCE).

Los beneficios empresariales reflejaron el mayor crecimiento económico y, junto con la amplia liquidez del mercado, las principales Bolsas alcanzaron nuevos máximos. Mirando a otros activos, la deuda corporativa o los préstamos apalancados también han mantenido una evolución favorable gracias a que los inversores preferían obtener rentabilidades más altas incluso a costa de soportar mayor riesgo.

Los precios de las materias primas se vieron favorecidos por el entorno de crecimiento. No obstante la mayor demanda de gas natural también estuvo impulsada por temas climáticos. Asimismo, el segmento de bonos verdes, sociales y sostenibles continuó avanzando favorablemente.

Pero esta dinámica positiva se ha visto ralentizada en la última parte del año. El riesgo a que los factores transitorios que mantienen la inflación en niveles altos perduren por más tiempo ha hecho que los bancos centrales comiencen a moderar los estímulos. Los primeros en responder fueron los países emergentes que, ya al inicio del verano, comenzaron a subir los tipos de interés, para curvar la inflación y frenar el deterioro de sus divisas. Más recientemente, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el BCE han reducido las compras de activos. A esto se suma que, la mayoría del consejo de política monetaria de Estados Unidos considera que deberán iniciar la senda de subidas de tipos de interés en 2022, y hacerla —además— mucho más rápida que en el ciclo anterior.

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Por tanto, los inversores deberán estar atentos, ya que de cara al próximo año, una normalización rápida de la política monetaria de la Fed puede presionar más a los activos de riesgo e impulsar la fortaleza del dólar, principalmente contra los emergentes (con peores fundamentales), pero también contra el euro.

Cristina Varela, de BBVA Research.

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