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Cultura

Muere el último rey del mariachi, Vicente Fernández

“Pero el día que yo me muera, sé que tendrás que llorar; llorar y llorar”, cantó cientos de veces uno de los principales mosqueteros de las rancheras, Vicente Fernández, en la canción del compositor José Alfredo Jiménez titulada El Rey. Hoy, a sus 81 años, la voz icónica del mariachi mexicano —uno de los mejores del género con Pedro Infante, Jorge Negrete y Javier Solís— ha fallecido. Para sus millones de seguidores en América Latina llegó el triste momento de llorar al rey.

Fernández ha estado bajo cuidado médico desde agosto. En ese mes su familia había informado, a través de la cuenta oficial de Instagram del cantante, que su estado de salud era grave a caEstados Unidos de una caída en su rancho “que generó un traumatismo raquimedular a nivel de la columna cervical”. El equipo médico que lo operó estuvo las semanas siguientes informando por redes sociales sobre su estado de salud —dependiente de apoyo ventilatorio y de una sonda para alimentarse—. Después de varios días de estar bajo observación en un hospital de Guadalajara, Fernández pudo volver a hogar por unos días. Pero este viernes uno de sus hijos y un médico contaron al diario Reforma que el cantante estaba de nuevo hospitalizado y en estado crítico por un cuadro de neumonía. El cantante falleció tras un empeoramiento de su condición pulmonar, según informó la familia.

Chente, como se le conocía a Vicente Fernandez, nació en el pueblo de Huentitán El Alto, Jalisco, en 1940, hijo de un ranchero y una ama de hogar, y empezó en el mundo de la música cantando en restaurantes y bodas en Guadalajara y luego Ciudad de México. Apareció primero en la televisión —en La calandria musical y El amanecer tapatío— y en la capital del país logró que algunas de sus canciones sonaran en la radio, hasta que en 1965 la emisora CBS (hoy Sony Music) le abrió las puertas. Empezaron a conocerse sus canciones —Tu camino y el mío, Perdóname, su disco Palabra de rey—, pero su gran éxito musical llegó una década después, la canción de despecho inolvidable que lo catapultó a la fama en 1972: Volver, volver.

A tus brazos, otra vez.

Llegaré hasta donde estés,

Yo sé perder, yo sé perder

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Quiero volver, volver, volver.

Volver, volver, una tragedia amorosa transformada en ranchera, lo convirtió en el rey de su género en toda América Latina. Una búsqueda en Spotify y YouTube muestra cómo los grandes de la música —Chavela Vargas, Concha Buika, Ana Gabriel, entre otros— hicieron sus propias versiones en los años siguientes al himno. Pero ninguna interpretación es tan memorable como la que hizo Vicente con su hijo —el famoso cantante Alejandro Fernández— en un concierto hace varios años. “Creo que el día en que me estén sepultando, la va a cantar todo mundo”, mencionó entonces al público sobre su canción más querida.

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Chente cantó por más de 50 años, vendió millones de copias de sus más de 100 discos (casi siempre producidos con Sony Music), y deja una obra extensa “sobre el llanto y el suspiro, sobre el abandono y recuerdos dolorosos; su música se ríe mientras el cantante se lamenta”, como mencionó una reseña de The New York Times.

Le siguieron muchos éxitos: Acá entre nos; Que te vaya bonito; o su famoso disco Por tu maldito amor de 1989; además de aparecer en decenas de películas y telenovelas. Fue nominado a 13 Grammys latinos (ganó 3) en su carrera, e incluso hay una estrella en el paseo de la Fama en Hollywood con su nombre. “Nos honra la visita de este titán de los más profundos de nuestros pueblos, no solo del pueblo mexicano, de los pueblos de América y del mundo”, mencionó en 2012 Hugo Chávez, cuando condecoró a Chente con la Medalla Orden de los Libertadores en Venezuela. Chente, también conocido como El Charro de Huentitán, era ya la voz de muchos del norte al sur del continente.

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“Ni Solís, Infante o Negrete tuvieron la fortuna de enfrentarse a las leyes del tiempo. Vicente los superó y no hay alguien que lo sustituya”, mencionó el año pasado a El PAÍS el compositor Martín Urieta, quien creó 25 canciones para Chente. “Su voz está intacta a los 80 años y no podemos saber si Infante, por ejemplo, continuaría igual a la misma edad. Este es un mérito grande de Vicente: permanecerá como el número uno”. Urrieta es uno entre un grupo de compositores que encontinusualn la voz que buscaban en Chente, al igual que Federico Méndez Tejada, Fernando Maldonado (autor de Volver, Volver), José Alfredo Jiménez (autor de El Rey), Gerardo Reyes y Jorge Massías. Aunque famoso por tantos éxitos, fueron muy pocas las canciones que Chente escribió. “Nunca he dicho que soy compositor”, mencionó Vicente Fernández en una entrevista publicada en su página web oficial. “Es un trabajo muy difícil, sin embargo, algunas ideas e inspiraciones me han llegado y cuando eso sucede, corro a tomar una pluma y escribir unas cuantas frases”.

Vicente Fernández se despidió de los escenarios el 16 de abril del 2016, a sus 76 años, en un espectacular concierto en el estadio Azteca con más de 90 mil espectadores. “El día que me encuentre a Donald Trump le voy a escupir la cara”, mencionó el día de su despedida.

Pero Chente estaba lejos de ser un ídolo impecable, y junto a su mito hay serios cuestionamientos. En sus últimos años fue criticado por su cercanía al PRI o por decir que no quería un trasplante de hígado de alguien que fuera homosexual o drogadicto, a pesar de que le pudiera salvar la vida cuando tuvo cáncer en el 2012. “Él no soportaba a Juan Gabriel, porque era gay y Chente era un hombre de otra época y tenía mucha cosa de homofobia”, contó recientemente la escritora Olga Wornat a El PAÍS sobre la relación de Chente con el otro mítico cantante mexicano. Wornat acaba de publicar El último rey con editorial Planeta, una biografía no autorizada que habla de comportamiento machista de Vicente Fernández y los vínculos de uno de sus hijos (Gerardo Fernández) con el cartel de Sinaloa.

“Que Chente sabía, sí sabía. Pero hizo la vista gorda”, dice Wornak sobre el vínculo criminal de su hijo Gerardo. “Y está el caso del cantante Joan Sebastian, que era íntimo de Vicente Fernández. Se visitaban en los ranchos y además Alejandro Fernández era como su ahijado. Pero él no solo tenía una investigación por narcotráfico, en su rancho se celebraban fiestas con menores de edad que secuestraban en Guatemala. Yo me pregunté: “¿Cómo Chente no podía saber esto?”. Quizás no lo quiso saber o no lo quiso mirar, no tengo la certeza porque justo él se enfermó y no le hice esa pregunta y nadie nunca se la hizo”.

“La vida es una copa de licor; y nadie la disfruta eternamente. Se acaba si la bebes de un jalón; igual que si la bebes lentamente”, canta Chente en otra de sus canciones. Lo dulce de la vida lo pudo beber durante 81 años el hombre que decía que no tuvo trono ni reina, ni nadie que le comprenda. Se fue, con muchas preguntas serias por responder. Pero sigue siendo el rey.

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Nacional

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