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La Jubilación en el siglo XXI

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Todos los sistemas de pensiones establecieron desde su origen la edad legal de jubilación en 65 años. ¿Por qué 65 años? Una teoría, posteriormente puesta en duda, argumentaba que Otto von Bismarck introdujo la edad de jubilación a los 65 años porque a esa edad, todos sus competidores electorales que eran mayores que él, se tenían que retirar. Sea como fuere, lo cierto es que todos los sistemas de pensiones siguieron el ejemplo alemán y pusieron la fecha de caducidad de la empleabilidad del ser humano a los 65 años. A principios del siglo XX en Europa, la esperanza de vida al nacer era de aproximadamente 52 años, solo el 45% de cada generación alcanzaba la edad de 65 años y una vez cumplidos, su esperanza de vida era de 11 años.

Los programas de jubilación anticipada se introdujeron en prácticamente todos los países industrializados entre 1961 y 1977. Con el objetivo de hacer frente a la crisis económica o las profundas reconversiones industriales, muchos países introdujeron generosos programas que permiten a los trabajadores acceder a la pensión pública antes de la jubilación legal a los 65 años. Específicamente, entre 55 y 60 años, dependiendo del país. Sin embargo, en los años setenta, la esperanza de vida al nacer era de 73 años, aproximadamente el 70% de cada generación alcanzaba la edad de 65 años y una vez alcanzada esa edad su esperanza de vida era de 15 años.

La historia de las pensiones en el siglo XX se resume en que a medida que aumentaba la longevidad, el diseño de las pensiones facilitaba la salida del mercado laboral a edades cada vez más tempranas. La combinación de ambas realidades ha duplicado la duración de la jubilación, que ha aumentado en 10 años, 4 años por el aumento de la longevidad y 6 años por las prejubilaciones, para un número cada vez mayor de jubilados.

Era evidente que esta dinámica no podía continuar y desde el inicio del siglo XXI, todos los países han empezado a reformar los sistemas de pensiones para adaptarlos a la nueva demografía y más específicamente a la nueva longevidad. En primer lugar, y casi unánimemente, se ha ido posponiendo gradualmente la edad de jubilación hasta los 67 años. Esto no es sorprendente si consideramos que la longevidad continúa su imparable progreso. En la actualidad, casi el 90% de cada generación alcanza los 65 años de edad y una vez alcanzada, la esperanza de vida es superior a 20 años. Además, las proyecciones demográficas sitúan la esperanza de vida a los 65 años en más de 24 años.

En los próximos años, los sistemas de pensiones van a necesitar nuevas reformas para adaptarse a la realidad demográfica. En mi opinión, será necesario reformar dos programas clave del Estado de bienestar: las pensiones y la educación.

En cuanto a las pensiones, la edad efectiva de jubilación, de una forma u otra, acabará estando relacionada con la esperanza de vida en cada momento de tal forma que aumentará gradualmente a medida que aumente la longevidad. Pero tendrá tres características. Primero, el proceso no será homogéneo a todos los trabajadores, pues se tendrá en cuenta como de dura o exigente físicamente es la profesión y la salud del trabajador. Segundo, será flexible, en el sentido de que los trabajadores no pasarán de trabajar a jubilarse en una sola noche, sino que habrá una reducción gradual de la jornada laboral hasta la jubilación total. Y, tercero una vez alcanzada la edad de jubilación, se permitirá la plena compatibilidad entre la percepción de la pensión y el salario.

En cuanto a la educación, tan pronto como la longevidad aumente el número de años de vida laboral, será difícil imaginar que las personas reciban toda su educación al principio de sus vidas. Se necesitarán períodos adicionales de acumulación de capital humano a lo largo de la vida laboral para reciclarse y aprender las innovaciones en tecnología que aún están por llegar.

Ignacio Conde-Ruiz es Catedrático de Economía en la Universidad Complutense y subdirector de FEDEA.

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México sin medicinas y luego… Incendio ‘arrasa’ almacén del IMSS en Coahuila

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El fantasma del lento crecimiento

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El fantasma del lento crecimiento en la economía mundial en la presente década fue formalizado por el Banco Mundial en la presentación de su informe Caída de las perspectivas de crecimiento a largo plazo: tendencias, expectativas y políticas”. Esta advertencia debería ser analizada con detenimiento en México, ya que el lento crecimiento de la economía significa que los niveles de bienestar se reducirán, hay que recordar que el crecimiento de la población es alrededor de uno por ciento anual. Por lo mismo para recuperar lo perdido en términos del PIB por habitante, se requiere de procesos de crecimiento más dinámicos, el país no se puede conformar con crecimiento de alrededor de uno por ciento en el PIB total, porque es como correr para quedarnos en el mismo lugar con efectos redistributivos sumamente graves, ya que limitan las posibilidades de movilidad social.

En la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo, América Latina mostró una vez más la dificultad por llegar a acuerdos sobre una agenda común, se evidenciaron profundos choques ideológicos y hubo incluso cruces de acusaciones entre países latinoamericanos. La región vive momentos difíciles, las fracturas son múltiples y en lugar de tratar de llegar a un acuerdo por el crecimiento se mantienen las diferencias. Un problema básico es el crecimiento de la población, el cual ejerce presión sobre los mercados laborales de la región, sin poder ocupar a todos, miles de latinoamericanos tienen que migrar, generando grandes flujos de migrantes. El país con mayor número de expulsados por la vía de migración ha sido Venezuela que ha expulsado siete millones y han buscado opciones de empleo principalmente en Colombia, Perú, Chile y Ecuador. Entre Colombia y Panamá, cientos de personas arriesgan a diario su vida cruzando la selva del Darién, uno de los territorios más inhóspitos y peligrosos del planeta. Al no encontrar asilo en estos países migran hacia México donde saturan las fronteras sur y norte en donde se acumulan miles de migrantes. Esto se agrava ya que la Corte Suprema de Estados Unidos tiene pendiente una decisión sobre el llamado Título 42, una medida que permite las devoluciones en caliente a México. La Declaración de Santo Domingo aboga por una “migración segura, ordenada y regular”, pero al mismo tiempo llama a buscar “mecanismos que garanticen una adecuada gestión de los flujos migratorios, procesos de regularización migratoria ágiles y accesibles, la inserción socioeconómica de los migrantes, el apoyo a las comunidades de acogida y la lucha coordinada contra el crimen transnacional organizado que abusa de los migrantes”.

En esta perspectiva la única salida al critico problema del lento crecimiento en toda la región es elevar los niveles de inversión, ya que este coeficiente es sumamente bajo, en todos los casos se encuentra por abajo del 21 por ciento del PIB. Este limitado nivel de inversión ha limitado el crecimiento en la región y por lo mismo ha hecho que estas economías dependan del exterior para fijar sus metas de crecimiento.

Se requiere de una nueva agenda como la delineada en el informe del Banco Mundial que propone entre otras cosas un conjunto de medidas que incentiven el crecimiento como las siguientes: aplicación de marcos de políticas macroeconómicas y financieras sólidas que atenúen los altibajos de los ciclos económicos; aumentar la inversión en áreas como el transporte y la energía, la agricultura climáticamente inteligente y las manufacturas, y los sistemas de gestión de la tierra y los recursos hídricos, alinear inversiones concretas con objetivos climáticos centrales puede incrementar el crecimiento potencial hasta 0,3 puntos porcentuales al año y reforzar la resiliencia ante los desastres naturales en el futuro; reducir los costos del comercio.

Un punto interesante que menciona el informa del Banco Mundial es que llama por capitalizar los servicios, ya que estos podrían convertirse en el nuevo motor del crecimiento económico. Pone el ejemplo de que las exportaciones de servicios profesionales relacionados con la tecnología de la información y las comunicaciones y prestados a través de medios digitales aumentaron a más del 50 % de las exportaciones totales de servicios en 2021, mientras que en 2019 este valor había sido del 40 %. Este cambio podría generar importantes aumentos de la productividad si da lugar a una mejor prestación de servicios.

En esta perspectiva queda claro que México y la región de América Latina tenemos la oportunidad de fijar una nueva agenda para enfrentar el lento crecimiento, siempre y cuando establezcamos estrategias incluyentes, que permitan acelerar el crecimiento económico y generar empleos de mayor valor agregado. Es un reto que se antoja difícil de alcanzar, pero no imposible, la cuestión es establecer políticas congruentes con el crecimiento, y no dejar que el resto del mundo nos imponga el ritmo de crecimiento.

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Muerte de migrantes en Ciudad Juárez: ‘No vamos a ocultar los hechos’, dice AMLO

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