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Opinión

Los saldos que nos unen

El punto que distrae mi atención es la falta de puntería. La estridencia es normal, es un lamento que sirve para poner un curita antes de cortarse el dedo… porque se lo van a cortar. Pero eso es ruido político.

El asunto no está en la liquidez de los estados, que es sólo un síntoma; debe estar en cómo se trata cada caso. En el fondo. Eso sí que debería generar la estridencia que vemos. Y ese fondo es la inequidad fiscal. Un problema con un arreglo bastante más complicado y tardado. Mucho más que lo que dura un lamento. Sin embargo, sería bueno que los nuevos gobernantes le bajaran al volumen de la estridencia superficial, para ajustar la puntería en lo que deben hacer y no repetir la historia cuando se vayan.

Vamos al lío.

Todos los estados —menos Tlaxcala, porque su Constitución no lo permite— acuden permanentemente al mercado de deuda para financiar, vía obligaciones a corto plazo, problemas de liquidez de carácter temporal.

Está bien, para eso es la deuda y siempre ha sido así. Si volteamos atrás, la situación no era muy distinta. En 2016, cuando la mayoría de los gobiernos que se acaban de ir apenas llegaban, heredaron deudas bancarias derivadas de obligaciones de corto plazo con instituciones financieras, proveedores y contratistas. De acuerdo con los datos publicados en el Sistema de Alertas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), al cierre de 2016 las entidades que este año cambiaron de gobierno tuvieron 53,500 millones de pesos en deudas, equivalentes a 7.4% de sus ingresos totales. Al cierre del segundo trimestre de 2021, esas cifras fueron 25,707 millones y 3.6%. Menos de la mitad en el monto, nada mal.

Entonces, para herencias malditas, estaba más fea la anterior.

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La mejora se dio gracias a una circunstancia, y a pesar de otra, muy importantes ambas, que presionaron fuertemente las finanzas de los estados con cambio de gobierno.

La primera es que la Constitución y la Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios, desde 2017, mandan a las entidades federativas a dejar en cero el saldo de sus obligaciones de corto plazo bancarias tres meses antes del final de sus gobiernos. Regla que se cumplió en todos los casos en 2021. Bien ahí.

La segunda es la pandemia y cómo se apoyó a cada caso. Ya sé, parece pretexto, pero es verdad. Y es aquí donde está el problema. De los 15 estados con cambio de liderazgo, unos tuvieron ayuda y otros no. Por ejemplo, Chihuahua y Baja California.

En el primero, al comparar 2019 con 2020 sus ingresos de libre disposición, estos crecieron 1,231 mdp (+3.1% real); en el segundo, aumentaron 1,233 mdp (+4.2% real). Sin embargo, si sumamos las transferencias adicionales del Gobierno Federal, la historia es muy distinta. Los ingresos totales de Chihuahua cayeron 13.6% real (9,878 mdp menos en 2020 que en 2019) y los de Baja California, por el contrario, crecieron 27% (11,966 mdp más en 2020 con respecto de 2019).

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La diferencia es brutal.

Gracias al gobierno federal, la diferencia de ingresos que tuvo Baja California con respecto de Chihuahua entre 2019 y 2020, fue de 21,884 mdp más.

Madre mía, esto sí.

No obstante, tanto Chihuahua como Baja California dejaron en cero sus obligaciones de corto plazo bancarias en junio pasado, pero Chihuahua -pese a no contar con esa ayuda – dejó menos deudas con proveedores y contratistas (2,838 mdp) que Baja California (4,497 mdp).

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Resultado: las reglas que se deben cumplir son las mismas para todos, pero el suelo no está parejo. Eso es inequidad.

Ahí debería de estar la estridencia y los lamentos.

A pesar de ello, no veo que se renueve esa discusión con los nuevos gobernadores. No veo la puntería. ¿Por qué será? ¿Por qué a los que les va bien no les interesa, y a los que les va mal, es más fácil gritarle al que se fue, que hablar con los que deciden?

Cada quien su cuento.

Nota del editor: Tamón Takahashi Iturriaga es Director General de TKA Analytica, un centro de análisis e investigación. Síguelo en LinkedIn y/o en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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