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El FMI urge a la Unión Europea a adoptar medidas para minimizar las cicatrices sociales de la crisis

La recuperación económica pone a Europa ante un dilema: cómo comenzar a soltar lastre y reducir deuda sin poner en peligro a sus economías. Ese es el equilibrio que busca Bruselas, que ha abierto la batalla por un cambio en las reglas fiscales comunitarias, y que también pide el Fondo Monetario Internacional (FMI). La institución que dirige Kristalina Georgieva advierte de una retirada “demasiada rápida” de los estímulos fiscales al constatar que los primeros pasos atrás de los gobiernos ya se han traducido en una ralentización del crédito a empresas. Además, insta a los países a “minimizar las potenciales cicatrices de la pandemia”, en especial en el mercado laboral. Pero a la vez, les reclama “planes de consolidación fiscal creíbles a medio plazo” que calmen a los mercados financieros.

Europa encara años de crecimiento, salvo por la anomalía de la covid. El conjunto del continente avanzará el 5,5% este año, el 4,1% en 2022 y el 2,3% en 2023, según las previsiones del FMI. En las economías avanzadas (entre las que está España), el producto interior bruto (PIB) se incrementará un 5,2% este año, un 4,4% el año que viene y un 2,1% en 2023. En las emergentes, la secuencia en ese periodo es del 6% en 2021, el 3,6% en 2022 y el 2,9% en 2023. Se trata de tasas mayores a lo previsto el pasado mes de abril, pero esa salida de la crisis puede quedar empañada por todos los interrogantes que hay en el horizonte y que la institución desgrana en su informe de proyecciones para Europa, publicado este miércoles. La principal amenaza sigue siendo la misma que hace medio año: la irrupción de una eventual nueva variante de la covid-19 o el retraso de algunas economías emergentes europeas, en particular en el este de Europa.

El FMI mantiene que la inflación tiene un carácter temporal al obedecer a los cambios impositivos en Alemania, a los cuellos de botella en la producción, la escasez en algunos sectores después de los parones por la covid-19, los largos periodos de entrega o las disrupciones en el tráfico marítimo. Pero el principal catalizador del alza de precios, que en septiembre se situó en el 3,4% en la zona euro, es la subida del precio de la energía, sobre todo del gas natural. “Las presiones inflacionistas se espera que se relajen en 2022, cuando disminuyan las restricciones por el lado de la oferta y los precios de la energía se estabilicen”, sostiene el informe, que prevé una tasa de inflación del 2,1% en 2021 y del 1,8% en 2022 para las economías avanzadas de Europa y del 8,5% y el 7,2% para las emergentes, sobre todo Turquía y Bielorrusia.

Mejora de las “redes de seguridad social”

Sin embargo, el FMI sí advierte de que la persistencia de los problemas de suministro y de los elevados precios de la energía puede llevar a otro escenario completamente distinto, de mayores presiones inflacionistas y, por lo tanto, de una política monetaria más restrictiva. Aun así, el FMI todavía no aprecia un “aumento de base amplia” en el precio de los servicios, lo cual normalmente se asocia con un aumento de los salarios. El Banco Central Europeo (BCE), de hecho, ha avisado de que sigue de cerca tanto las expectativas de inflación como la posibilidad de que los aumentos de precios deriven en los llamados efectos de segunda ronda. “No esperamos ninguna espiral inflacionista en Europa”, ha sostenido Alfred Krammer, director en el departamento de Europa del FMI, quien cree que el BCE siempre puede actuar con rapidez ante cualquier indicio de un alza descontrolada de los precios.

Ante ese panorama, Krammer advirtió de que la desescalada en la política fiscal debe ser “planificada cuidadosamente”. Ahí está el otro gran riesgo que ve el FMI: los gobiernos deben ir fijando una senda de reducción de deuda, pero evitando el riesgo de que “el apoyo fiscal sea recortado de forma demasiado rápida”. Al contrario: los primeros compases de la retirada de los estímulos han llevado ya a una ralentización del crédito a empresas en algunos países. Además, el fondo llama a los países a adoptar políticas que “minimicen potenciales cicatrices de la pandemia”, en especial en el mercado laboral. La institución cree que los gobiernos deberán afrontar una caída del empleo en sectores que requieren empleos de baja cualificación, muy tocados para la crisis, y una mayor demanda de otros que exigen formación, para los que la pandemia ha sido incluso un viento de cola. Krammer avanzó que habrá menos demanda en la hostelería y más en la industria y la tecnología. Ante esas tendencias, a las que el FMI añade la “automatización del trabajo”, el organismo con sede en Washington pide “mejorar las redes de seguridad social” y “las instituciones” del mercado laboral, que serán “clave” para mantener la cohesión social y abordar la desigualdad.

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