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Lagarde promete seis veces que el BCE mantendrá su política expansiva

Christine Lagarde, presidente del BCE
Christine Lagarde, presidente del BCEEfe

Resultó un espectáculo insólito por su insistencia, su prolija argumentación y la longitud del discurso. Christine Lagarde, la presidente del Banco Central Europeo (BCE), prometió este martes una y otra vez que la entidad seguirá con su política monetaria expansiva o acomodaticia, sobre todo con los bajos tipos de interés.

Lo hizo al inaugurar el Fórum sobre banca central, que solía celebrarse en Sintra (Portugal) y que por segunda vez se vehicula por vía digital. También la ocasión la pintaban calva; normalmente ese discurso de bienvenida suele ser sintético. Todos los signos comparativos son escasos cuando se trata de interpretar los designios (y arcanos) de los banqueros centrales.

Por eso se erige en medida de compromiso el hecho de que solo en alguna ocasión singular el mensaje de Sintra fuese estratégico: como cuando el antecesor de Lagarde, Mario Draghi, apostó en 2019 por una larga era de bajos tipos de interés, lo que soliviantó a Donald Trump porque eso redundaba en un abaratamiento del euro que favorecía en vena a las exportaciones europeas.

La intervención de Lagarde era muy esperada en esta ocasión porque el mercado sigue calibrando —aunque sin nervios— cómo será la secuencia exacta posterior al reciente anuncio del emisor europeo de que reducirá “ligeramente” las compras de su programa antipandémico: aunque no las adquisiciones de bonos de la ya habitual expansión cuantitativa, ni tampoco los tipos de interés.

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Y por otro motivo: cuál sería la cintura adaptativa de Fráncfort al escenario poselectoral alemán. Pues bien, la sintonía con las pulsiones socialdemócratas de moda en Berlín tuvo ayer una expresión también muy simbólica.

A saber, una referencia de Lagarde —aunque puramente literaria— a John Maynard Keynes, un blasfemo para el ordoliberalismo alemán que cultivaron los rivales del gran economista inglés, doctrina que nutre la mochila intelectual del Bundesbank, el acérrimo partidario de las recetas restrictivas, tanto en tiempos de crecimiento como de recesión.

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A diferencia de otras ocasiones, la presidente realizó pocas y nimias concesiones a los halcones, muy inquietos por la inflación. Y reiteró en media docena de ocasiones su apuesta por la estrategia expansiva que fraguan y apoyan las palomas, preocupadas por la economía y el empleo.

“Lo que estamos viviendo ahora es principalmente una fase de inflación temporal vinculada a la reapertura” de la economía tras lo peor de la crisis, mencionó como base de su argumento. Y que por tanto, todavía es necesaria “una postura de política monetaria acomodaticia para salir de la pandemia de manera segura y llevar la inflación de forma sostenible al 2%”.

Dicho de otra manera. “Por el momento no vemos ninguna señal de que el aumento de los precios esté alcanzando una amplia base transversal a toda la economía”; los salarios no exageran y no hay “sobrerreacción” (volatilidad) de tipos: en suma: “Esperamos que la inflación suba desde el 1,5% en 2023 al 2% y se estabilice ahí en los siguientes cinco años”.

Así que “la política monetaria” debe “mirar a través” —o sea, sin dañarse de frente— de la inflación generada por la oferta (recuperación, impacto del crecimiento asiático), mientras sus expectativas “permanezcan ancladas”.

Por si eso no bastase, lo formuló en una tercera versión: “El reto clave es no sobrerreaccionar” a los shocks que “no se sostendrán a medio plazo”. O en una cuarta: “Nuestra política monetaria continuará proporcionando las condiciones necesarias para nutrir la recuperación”.

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Todavía por quinta vez: “Por nuestra parte, la política monetaria está comprometida a preservar las condiciones financieras favorables para todos los sectores” durante lo que quede de pandemia. “Y una vez esta se acerque a su fin, nuestra orientación de tipos de interés, igual que de compras de bonos, garantizará que apoyen el objetivo de alcanzar, a su tiempo, nuestro objetivo a medio plazo del 2%” de la inflación.

Sexta y última insistencia: “La política monetaria debe mantener su objetivo de dirigir la economía con seguridad más allá de la emergencia pandémica y llevarnos a la inflación —sostenible— de nuestro objetivo, el 2%”.

Una de las principales sesiones de la jornada se dedicó precisamente al Futuro de la inflación. La guio —otro guiño significativo e incluyente— la consejera ejecutiva alemana, Isabel Schnabel, una apreciable académica, más abierta que los halcones y menos ambiciosa que las palomas.

En ese debate, la economista jefa del FMI, Gita Gopinath, coincidió con la orientación del BCE según la que tras un repunte en 2022, hacia 2024 la inflación se situará algo por debajo del 2%. Entre otras razones porque el grueso del alza de precios de EE UU pende de un sector, el transporte.

Mientras que el veterano profesor de la London School, Charles Goodhart, la situó algo por encumbre, como consecuencia de la tensión entre fenómenos contrarios: la apertura china, bajista; el envejecimiento occidental, presionando al alza los precios.

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Y el profesor italiano Francesco Lippi regaló el colofón optimista al inferir que si la inflación se ha contenido en los 20 años de historia del BCE, “a consecuencia de una buena política monetaria”, si esta continúa, “cabe esperar los mismos resultados”. Muchos cruzarán los dedos.

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