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México y EE UU buscan modernizar la frontera en una antigua mesa de negociación suspendida por Trump

La firma de un acuerdo entre el encargado de negocios de la Embajada de EE UU, John S. Creamer, y el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, en junio pasado.
La firma de un acuerdo entre el encargado de negocios de la Embajada de EE UU, John S. Creamer, y el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, en junio pasado.Carlos Barria / Reuters

La reunión de este jueves en Washington es una prueba más de la nueva sintonía entre las Administraciones de EE UU y México. El llamado diálogo económico de alto nivel (DEAN), que incluye la presencia varios secretarios (ministros) además de las respectivas cancillerías y la vicepresidencia de EE UU, no se producía desde 2016, antes de la llegada de Donald Trump a la hogar Blanca. Una reciente conversación directa entre Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden resucitó esta mesa de negociación política cuyo principal objetivo es funcionar como puente paralelo a los encuentros técnicos para el seguimiento del Tratado de Libre Comercio (T-MEC). El cambio de tono en la relación bilateral se percibe incluso en el lenguaje. Frente a la confrontación y las amenazas que marcaron la etapa anterior, los títulos de los bloques de negociación son ahora tan elocuentes como “Construir juntos” o “Invertir en nuestra gente”, según reza un comunicado de la hogar Blanca sobre la reunión.

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Más allá de la escenificación de una nueva cordialidad, en la agenda hay asuntos espinosos como la reapertura por tierra de la frontera, que lleva cerrada más de un año salvo para residentes o casos especiales por la crisis de la covid-19. Una demanda insistente desde la delegación mexicana durante los últimos encuentro bilaterales. “El objetivo estratégico es acelerar las inversiones, el movimiento económico y el bienestar. Vamos a tratar temas como la infraestructura en la frontera. Tenemos que hacer que se cierre la diferencia entre uno y otro lado y se pueda facilitar el tránsito de comercio y personas”, reconoció este miércoles el canciller mexicano Marcelo Ebrard ya desde Washington.

La modernización de la frontera es una de las cuestiones pendientes desde las últimas reuniones de este tipo entre Barack Obama y Enrique Peña Nieto. Ya entonces se hablaba de un plan conjunto público y privado destinado a agilizar los cruces comerciales. El antiguo jefe del equipo técnico mexicano de negociación del tratado para América del norte, Kenneth Smith Ramos, explica a EL PAÍS que “este tipo de encuentros sirven para apuntalar lo ya establecido en el T-MEC sobre reducción de burocracia a través de inversión en tecnología y mejoramiento de las aduanas y el resto de logística”.

La llamada frontera sur, de México con Guatemala, será otro de los focos de la negociación en un contexto de fuerte crecida del flujo de migrantes y tras el reciente fallo judicial que obliga de nuevo a los solicitantes de asilo en EE UU a esperar respuesta en las ciudades fronterizas mexicanas. Ebrard incidió este miércoles en el plan conjunto para abordar las caEstados Unidoss estructurales de la migración en los países de origen: “Tiene que haber inversiones para que las personas no migren por razones de inopia y seguridad”.

Desde las primeras reuniones diplomáticas, la vicepresidente Kamala Harris ha dejado claro la voluntad de Estados Unidos de trabajar de forma “bilateral” con México y “multilateral” junto al resto de países afectados para tratar de solucionar los motivos de la migración procedente de Centroamérica. Washington ha decidido impulsar un plan para invertir hasta 4.000 millones en cuatro años en la región, pero a la vez ha advertido de que la financiación queda supeditada a la lucha contra la corrupción.

“Por primera vez hay una apuesta decidida en este sentido. Durante años se planteó a EE UU que liderara una especie de fondos de estabilización parecidos a los de la Unión Europea para ayudar a la región”, celebra Smith Ramos. La propuesta mexicana, en la que incidió López Obrador durante la última reunión de mayo, es la prolongación de algunos de sus programas sociales en los países vecinos del sur. Un plan que pasa a su vez por la integración de la otra gran apuesta mexicana, el proyecto de cooperación y desarrollo anunciado en 2019 y auspiciado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

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Bajando más a lo concreto, Ebrard ha colocado entre las prioridades “la movilidad eléctrica de la industria automotriz en México”. Otro complemento a las directrices del T-MEC, que buscan fortalecer las cadenas de valor en América del Norte a través de fomentar los centros productivos regionales, sobre todo en sectores clave como el automotriz. Esta gran palanca económica cuenta sin embargo con serios frentes abiertos entre ambos países. A finales de agosto, México logró que el Gobierno canadiense se sumara a su solicitud para revisar la interpretación de reglas de origen a productores de autos de Estados Unidos. Antes, en mayo, la secretaría de comercio denunció abusos laborales y violaciones a los derechos de los trabajadores en dos plantas estadounidenses con sede en Guanajuato y Tamaulipas.

El conflicto está ya en manos de uno de los mecanismos de resolución establecidos por el T-MEC y amenaza con abrir una vía de agua en la relación bilateral. “La solución del caso va a marcar el tono del desarrollo del tratado. Si se llega a un acuerdo antes de que falle el panel serán buenas noticias. Si siguen entrando más denuncias por parte de los sindicatos estadounidenses se puede complicar”, anticipa el antiguo jefe del equipo técnico mexicano de negociación del tratado.

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